Pertrechados con los cinco más perfectos aparatos científicos, salíamos del aeropuerto de Adolfo Suarez (Madrid) con destino a La Palma para ver de primera mano las fuerzas de la naturaleza en acción.
Íbamos Baldo, el Pfdc y yo. El viaje de ida resultó rápido y cómodo, se nos pasó “volando”, tuvimos tiempo de poner a punto y sintonizar nuestros detectores. Cuando despertamos, estábamos aterrizando, bueno, Baldo estuvo haciendo una película “in mente” de lo que se veía a través de la ventanilla y todos tuvimos la suerte de ver la sombra de nuestro avión proyectada sobre las nubes y rodeada de una areola muy luminosa dándome la sensación que estábamos penetrando en el país de las maravillas.
La isla tiene forma de triángulo isósceles con el ángulo menor hacia el sur y el centro ocupado por una cadena de volcanes casi todos inactivos.
Los lados mayores del triángulo están situados en el éste-sureste y el oeste-suroeste, es donde se encuentran las zonas más llanas y por tanto donde se acumulan la mayor parte de la población y cultivos.
Dado que el volcán activo, se encuentra en el centro y las coladas se dirigen al oeste hasta el mar, están cortadas las comunicaciones a ese nivel y para acceder a la parte norte hay que dar una gran vuelta rodeando el centro montañoso.
En mi ignorancia y por eso lo pongo en relieve, creía que la parte más próxima al volcán y las coladas podría accederse por el sur para verlas pero no es posible porque las fuerzas del orden mantienen cortados los accesos a gran distancia y tan solo pudimos utilizar nuestros sensores químicos detectando diversos compuestos de azufre que a mí me recordaban el ambiente de las fiestas después de los fuegos artificiales.
Tuvimos que dar la vuelta a la isla y acceder por el norte. Aquí sí pudimos ver, oír, sentir y por fin utilizar todos nuestros sensores corporales a través de los cuales pudimos vivir de cerca la inmensa potencia de la naturaleza, con esos bramidos de baja frecuencia que se sienten en el tórax al poner en resonancia nuestra caja torácica.
Vimos los vómitos de chorros de fuego como bocanadas mezclados con humos ora blancos o negros o ambos al tiempo elevarse contra la atmósfera y entrecruzarse con las bombas volcánicas que caían incandescentes e iban a estrellarse a la ladera rodando por ella y fundiéndose con la lava seguían ya lentamente su camino.
El espectáculo es único y nosotros pudimos aprovechar la oportunidad de verlo en vivo y yo lamento ser incapaz de poder transmitir estas vivencias a pesar de intentarlo.
Todos nuestros sensores, los que tenemos de dotación al nacer y que creemos utilizar bien y ya con experiencia, funcionaron con precisión y en profundidad.
La vuelta fue algo alterada porque nos impidieron traernos una pequeña cantidad de ceniza volcánica en cabina ya que al decir de la autoridad benemérita, podría ser radioactiva o contener compuestos tóxicos que pusieran en peligro al personal de la cabina ( la isla está inundada de ceniza), al fin conseguimos facturarla y llegó al laboratorio.
Fotografia cedida por Pfdc, se pueden apreciar la diversidad de "humos"
En el siguiente enlace, video cedido por Pfdc.
https://lh3.googleusercontent.com/jtHEV ... 1026.01.00
